Atenas es tan desordenada, es una adolescente llena de emociones contradictorias que desconoce su destino y su lugar en esta vida que le toca vivir. Atenas es pobre y rica; todos a su alrededor envidian sus tesoros mientras que ella es incapaz de valorarlos, no comprende para qué sirve el mar del azul más intenso ni la cultura más pura si son incapaces de devolverle los recuerdos que en el pasado le quitaron de las manos. Atenas es una madre que acoge con los brazos abiertos y entrega todas las oportunidades que están a su alcance. Atenas es una amante, un amor de esos de verano, primavera incluso de invierno porque enamora todos los días que tiene el año. Cuando te despides de ella en el aeropuerto, con la maleta llena de lágrimas y la cabeza de otras tonterías, sientes que la próxima vez que la veas todo será un poco distinto, muchas cosas serán las que hayan cambiado, por el bien de los dos. 

  Ya ves, aquí estoy de nuevo; he sacado tiempo para escribirte y todavía no me explico por qué lo hago, cual es el sentido de mis palabras, si es que tienen alguno. Sé que tan solo son eso, palabras, metáforas y alegorías, que siempre estoy igual y que aún no he avanzado ni un poquito. Pero, afortunadamente, no tardé mucho en darme cuenta de que no te mereces ni un sólo minuto de los que te dedico; yo tampoco me merecía rechazar todas las oportunidades que desde aquel día se me han ido presentando. Últimamente me ha dado por pensar en ti más de la cuenta y creo que ahora estoy pagando las consecuencias, precisamente en el momento más inadecuado; ya sabes cómo soy yo, tan egoísta con mi tiempo. Me pregunto cómo les irán las cosas a nuestros pequeños errores, si habrán sido capaces de permanecer juntos incluso en los cambios más drásticos, si se habrán esforzado lo suficiente por seguir adelante, por afrontar los problemas de frente, si habrán continuado con la historia que un día nosotros empezamos. Por desgracia y por fortuna, todavía siguen tus ideas en mi cabeza y a menudo, me entran unos impulsos terribles de marcharme a aquel lugar que hicimos nuestro y cumplir todas las promesas que tú no cumpliste. Luego me obligo a meterme en la cama durante un fin de semana, recordándome a mi misma que hace tiempo que perdiste ese lugar en mi vida. 

   P.D.: Koldarra nintzen ni. Koldarregia gauza berriei aurre egiteko. Beldurtia mundura ateratzeko. 

 Amor, buenas noches. Amor, así te hacías llamar. Te confieso que de todas las cosas que llegaba a llamarte, amor era mi preferida, por una simple razón: era la más verdadera; porque eres todo amor y pura ternura. Pero  no he venido hasta aquí para decirte lo que tú ya sabes. Esta mañana, metida en el vagón del tren, rodeada de pasajeros que, al igual que yo, empezaban a amanecer en ese mismo momento, alguien olía a ti. Te juro que era ese olor propio que tienes: limpio, fresco, agradable, seductor... prometo no entretenerme mucho más enumerando tus muchas cualidades. Se me ha metido tu fragancia en los ojos, causándome lágrimas llenas de recuerdos al darme cuenta de que no había ninguna razón por la que pudieses estar aquí. Tampoco es este el motivo por el que esta noche estoy aquí plantada, en la misma puerta de tu casa donde nos vimos por última vez. Tras derramar esas lágrimas agridulces, he sentido la necesidad, obligación o como quieras llamarlo de venir a verte para simplemente decirte que esta mañana ha sido la última vez que lloraré por ti, porque no necesito a nadie que tenga que perderme para saber que me ha encontrado. Dicho esto, toma, te devuelvo tu carta llena de escusas que tu escondes en perdones. Que te valla bien, Amor.

 Si momentos antes me había sentido reventado, ahora sentía algo completamente diferente. Sentía que estaba hecho de papel mojado. Sentía que apenas podía respirar, como si me hubieran robado el corazón. 

 Dejadme decir una cosa. Todas las horas que pasamos buscando en el archivo, todo el fastidio y el cansancio valieron la pena solo para presenciar aquel momento. Valió la pena temer a la muerte por verla enamorarse de Sim. Solo un poco. Solo el primer hálito débil del amor, tan leve que seguramente ni siquiera ella lo percibió. No fue espectacular, como un rayo seguido del estruendo de un trueno. Fue más bien como cuando golpeas pedernal contra acero y salta una chispa que se desvanece tan deprisa que casi no la ves. Pero sabes que está allí, donde no puedes verla, prendiendo. 

 P.D.: Podría decir que estaba demasiado cansado para que eso me importase, pero no sería del todo cierto.